
Disney ha invertido mucho dinero en los últimos años comprando las franquicias de Star Wars, Marvel y propiedades de Fox (Alien, Avatar, Die Hard, Kingsman, Los 4 fantásticos, El planeta de los simios, ¡Deadpool!, etc.)
Obviamente, quiere un retorno sobre su inversión.
Y eso no queda más claro que con tooodas las múltiples nuevas producciones relacionadas a una galaxia muy, muy lejana, o a las casi 20 películas que llevan de las creaciones de Stan Lee et al (las primeras 5 cintas del Universo Cinematográfico Marvel no eran bajo el sello Disney, pero van junto con pegado).
Pero Disney -en su infinita sabiduría, destreza y avaricia- también desarrolla los re-makes en acción viva de sus clásicos animados*. Alicia en el país de las maravillas (2010) fue un experimento que pusieron en manos de Tim Burton. La apuesta pagó muy bien con más de mil millones de dólares en taquilla global. Luego vinieron el cuasi “spin-off” de La bella durmiente, Maleficent (2014), la melosa Cenicienta (2015), la genial El libro de la selva (2016), la mediocremente exitosa La Bella y la Bestia (2017) y este otoño (2018) veremos a Christopher Robin, con una nueva visión de los cuentos de Winnie Pooh.
Próximamente vienen Dumbo, dirigida por Tim Burton, Aladdin, a cargo de Guy Ritchie y El Rey León de Jon Favreau (el mismo de El libro de la selva). Todas tienen fecha de estreno del 2019, lo cual es un plan súper ambicioso de la Casa del Ratón, que podría descarrilarse sólo si las post-producciones de dichos filmes se alargan (edición, adición de efectos visuales y de sonido, etc.).
¿A dónde voy con todo esto?
Que para el 2020 llega el turno de Mulan, la adaptación de la historia / leyenda china sobre una chica campesina que se hace pasar por hombre para tomar el lugar de su padre como soldado y detener la invasión de los hunos (en esta nueva versión van a meterle hechiceros en vez de bárbaros).
¿Porqué este caso es algo más particular que las anteriores?
Porque su preproducción entró de lleno al mismo tiempo que Black Panther estaba por llegar a las salas.
Black Panther, uno de los hits más sorprendentes en lo que va del 2018 (ya vamos casi a la mitad), vino en hombros de un personaje Marvel que no contaba con el mismo reconocimiento que nombres como Iron Man o Hulk.
Black Panther y su elenco de 99.999% actores de raza negra, a bordo de una película divertida, con una historia coherente y efectos / música / vestuario / fotografía de primera calidad, puso de cabeza a la taquilla gringa y global al son de canciones de Kendrick Lamar y de más de mil trescientos millones (US $ 1,300,000) de dólares gringos en apenas 2 meses y medio en cines.
Es decir: representation DOES matter.
Disney obviamente paró oreja. Revisó su estrategia, corrigió rumbo. En el 2015 se había confirmado que la historia de Mulan tendría como co-estelar a un hombre blanco que se convertiría en el héroe de la historia (tipo Matt Damon en The Wall). Tras el éxito de Black Panther antes y después de su estreno, la historia ahora es otra.
Haciendo caso de quejas sobre whitewashing en sus castings anteriores (en Doctor Strange la actriz Tilda Swinton hizo de un personaje que en los cómics es asiático), Disney comenzó a soltar en redes los nombres de los actores seleccionados para el elenco, tanto para apaciguar cualquier reclamo, como para alzarse el cuello y decir “somos parte del cambio”: Jet Li (Hero, The Expendables, The One, etc. etc.) será el Emperador de China; Donnie Yen (Ip Man, Rogue One: A Star Wars Story) será el Comandante Tung, el mentor de Mulan; Li Gong (Adiós a mi concubina, 2046) será una malévola hechicera, adversaria de la protagonista. A sus 30 años, Yifei Liu (The Forbidden Kingdom), interpretará al personaje principal. Todos ellos actores de nacionalidad china, y a quienes de seguro se les sumarán más compatriotas para completar el elenco.
Como cereza en el pastel, la directora de Mulan será Nicki Caro (Whale Rider, North Country). No es china, ni siquiera asiática (es neozelandesa). Pero es mujer. Apenas la 9 directora en toda la historia de Hollywood en trabajar con un proyecto de más de 100 millones de dólares de presupuesto.
No dudemos que Disney hará los mismos esfuerzos para otras de sus propiedades, tanto en tele como en cine. Pero Mulan se antoja como el título más grande en que el estudio apueste a hacer la misma jugada. Con Aladdin (un estreno más próximo) pudieron haber formado un elenco donde todos sus roles principales fueran de ascendencia árabe. Pero crearon un personaje de raza blanca expresamente para la película, y además Will Smith interpretará al Genio. Ya dijimos que dirige el inglés Guy Ritchie (Lock, Stock & Two Smoking Barrels, Snatch, Sherlock Holmes).
¿Qué riesgos corre Disney al hacer a un lado protagonistas blancos en un mercado gringo, donde el racismo ha reflorecido tan rampantemente? Varios:
1) Que el público no-asiático le haga el feo a la película y tenga un éxito menor al esperado,
2) Que representen de manera errónea la cultura china y sufran por ello,
3) Que la inten¢ione$ de ganar la taquilla pesen más que la buena voluntad y la marca Disney sea acusada de oportunista,
4) Que descubran que Black Panther fue un hecho aislado y que la comunidad asiática en Estados Unidos no tenga los mismos números como público base y no exista ese efecto “marejada” para contagiar al resto del público y llevar gente a las salas.
¿Pero que pasa si Disney triunfa de nuevo y la formula de “representation = big business” sigue funcionando?
Todos salimos ganando:
1) El público y sus distintas demografías veríamos historias que antes no conocíamos. Y las minorías se verían representadas en pantalla (a cuentagotas, pero cuando menos ya es algo),
2) Habría oportunidades para ver más historias latinas estelarizadas por latinos (¿el remake en acción viva de Coco con Belinda como Mamá Imelda?),
3) …y el estudio se metería unos billetes más.
Pero eso es Disney.
Y no fue el único estudio en poner atención al fenómeno Black Panther.
¿No me creen? Este verano sale Crazy Rich Asians (tráiler), película de comedia con un elenco, trama y settings asiáticos, pero producida por compañías gringas (Warner Bros., Color Force y SK Global) con planes para estrenarse primero en pantallas gringas. Wow. ¿Cuando habían visto eso? El éxito de este título será buen indicador de si la tendencia cobrará vuelo o si nos tendremos que esperar hasta Mulan para ver más minorías dominando la pantalla.
Así que, ya sea por dinero, o un sincero deseo de crear un cambio, a Disney no le importa si eres blanco, negro o amarillo, siempre y cuando dejes tu verde en la taquilla.
* Disney ya había adaptado a versión acción viva algunos de sus clásicos, como El libro de la selva (1994) y 101 Dálmatas (1996), pero no con una clara y abierta intención de hacerlo con todas sus producciones animadas.